Preocupa escuchar a Carlos
Niembro, Asesor de la Compañía de Servicios Educativos AMCO de México, que acertada
y sustentadamente asegura que la tecnología no ha aportado en la mejora de la educación,
ya que se ha confundido la adquisición de equipos tecnológicos como una
propuesta para mejorar la calidad educativa, dejando de lado, el contenido y
metodología aplicada al proceso educativo.
Sin embargo, existen experiencias
como la generada por AMCO que nos permiten reflexionar sobre la necesidad de
replicarlas en diferentes espacios, ¿de qué se trata? de una propuesta educativa que involucra cinco
elementos – considerados los forjadores de una educación integral – un proyecto
educativo que involucra la inteligencia emocional, donde se pretende que “el
estudiante se sepa amado y se sepa capaz”; se establecen programas académicos
bajo demandas, entre ellos la necesidad de una educación bilingüe; la
incorporación de la tecnología en sí; el permanente asesoramiento académico
donde la apuesta es formar mejores maestros y finalmente la gestión de calidad
que permita una autoevaluación de la esta dinámica propuesta educativa.
Estos elementos han permitido
generar un perfil global en los estudiantes quienes han adquirido competencias
de tipo espiritual, tecnológica, creativa, ecológica y social. A esto se suma,
la apuesta por ambientes necesarios para su formación, considerando no solo las
físicas, también las didácticas y sicosociales.
Indudablemente, la tecnología no
nos está dando los alumnos que esperamos tener con el avance acelerado del que
somos protagonistas, sucede que solo nos estamos concentrando en los equipos e
infraestructura, y la educación va más allá, generar técnicas y herramientas
para educar.
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